top of page

DENTRO DE SU SER

  • Belén Gestoso
  • 24 dic 2014
  • 5 Min. de lectura

Se encontraba sola en su departamento y con una caja en la mano. Para ir al baño tenía que pasar por un pasillo donde había un espejo que ocupaba toda la pared. No quería pasar, no quería mirarse pero fue inevitable. Tenía la mirada perdida y se sentía desconsolada. No lo buscaba. No fué con la persona que amaba; ni siquiera eran pareja y lo conocía hacía muy poco. Tenía que sacarse la duda y siguió las instrucciones que indicaba la caja. Dos rayas positivo, una negativo. Rogaba que sea una. Esperó cinco minutos para ver el resultado, pero al minuto se empezaron a notar 2 rayas. Se sentó en el piso del baño y comenzó a llorar desconsoladamente, ¿Cómo pudo haber pasado? si se habían cuidado... pero pasó. No sabía qué hacer, se agarró del pasamano como podía y salió del baño para agarrar el teléfono y contarle a su mamá. Su madre la apoyaba en cualquier decisión que ella quisiera tomar.

Siempre tuvo la convicción de no abortar pero no estaba

preparada y estaba sola. Se le cruzó por la cabeza -no lo niega- pero pasado unas horas lo pensó y decidió seguir adelante.

Lo peor de todo fue cuando tuvo que dar la noticia al “supuesto padre” que como en muchos casos, no quiso hacerse cargo. La acompañó a la guardia para asegurarse del test y no había otro resultado, la médica lo confirmó. Para empeorar la cuestión, la llevó a otro médico para que sea su “obstetra de cabecera” ya que era de "su confianza". Se encontraron en la Avenida Corrientes y entraron a un edificio que parecía un juzgado, había mucha gente en los pasillos. Ingresaron al ascensor y subieron al noveno piso. Se imaginaba que era un consultorio particular porque no parecía una clínica. Abrió la puerta una recepcionista y se sentaron en la sala de espera, pero no había nadie esperando. Sentía como que estaba en un clima frío, sentía nervios y no estaba cómoda. No pasaron ni dos minutos que los llamó el médico y amablemente les indicó que se sienten en el consultorio. Ellos se saludaron pero no pareció que se conocieran tanto. Había cuadros colgados del médico que certificaban su profesión y se quedó un poco más tranquila. Le pide el carnet de la obra social pero cuando ella le dijo que estaba embarazada, la respuesta del médico la descolocó: “¿Cuándo quisieras abortarlo?”, no supo si pegarle o reírse y le respondió "señor hubo una confusión... está equivocado, vengo por un control". La cara del “supuesto padre” de "no sé que está pasando" delató que había planeado todo. Ella se levantó y se fué.

Habían pasado cuatro meses de esa situación, y la panza ya se le notaba. Dicen que la mamá cuando comienza esa etapa ya se siente mejor, pero no era el caso. Cambió tres veces de obstetra porque ninguno la convencía, hasta que se quedó con uno de Recoleta. El consultorio siempre estaba lleno de mamás y cada vez que abrían la puerta se escuchaban los latidos del corazón de los bebes. Las veces que se acercó al consultorio era por los dolores intensos que sentía en su panza porque al ser madre primeriza, ella no sabía si era normal o no, pero el médico le indicaba que estaba todo bien. En ese momento ella trabajaba como repositora y no podía hacer esfuerzo, no se sentía bien realmente. El médico no le creyó y pensaba que iba porque quería faltar al trabajo. Igualmente le hizo hacer análisis para corroborar que esté todo estable.Según él los resultados eran correctos. La hizo acostar en la camilla para escucharle los latidos al bebé -era música para sus oídos- todo perfecto pero los dolores persistían.

A la semana se encontraba en la cocina de su departamento. Eran casi la una de la mañana y estaba secando los platos para ponerlos en la alacena y ahí fue cuando tuvo un dolor inmenso en su panza, bajó los platos porque estaba muy dolorida y comenzó a sentir que corría agua por sus piernas. No se desesperó, pensó que era normal. Agarró el teléfono llamó a su pareja actual (no el padre del bebé) y llamó urgente a la ambulancia. Pasaron varios minutos y estaba tirada en la cama sin saber que hacer porque si se movía le seguía cayendo agua. Los dolores eran muy intensos, era como si le estuvieran clavando cuchillazos.

Llegó la ambulancia y vieron los resultados del análisis que según su obstetra había dado todo bien. Pero no. Lo que ella tenía eran contracciones y una infección urinaria. En silla de ruedas la llevaron hasta la ambulancia para trasladarla al Hospital Británico -ubicado en la calle Pedriel, Barracas- quedaba a unas cuadras de su casa. Estaba en estado de shock, su cabeza no entendía lo que estaba pasando y en la ambulancia escuchaba la sirena. Lo único que veía era la médica que estaba a su lado. Miraba solo a un punto fijo que era la ventana que se encontraba en la puerta, pero no podía ver nada ya que estaba acostada y las calcomanías no le daban visión al exterior, se sentía adentro de un samba y sin saber dónde estaba.

Al llegar al hospital, la llevaron con urgencia para que se realice una ecografía. Pasaron por un pasillo muy largo y tomaron el ascensor, no recuerda bien que piso era, era lo que menos le importaba. La enfermera la lleva al consultorio en sillas de ruedas. Muy despacio la recuestan en la camilla, el lugar era oscuro y sintió mucho frío. El ecógrafo presintío lo que estaba por pasar. Le coloca el gel transparente en la panza y agarra el instrumento de mano (transductor) y le dice: “Esto le pasó a mi mujer hace unos meses, si él bebe está bien te lo muestro si no, no”. El feto estaba bastante formado, pero fué la última vez que lo vió. Le tuvieron que realizar un aborto inducido porque corría riesgo su vida. La bajaron de la camilla para sentarla en la silla de rueda y llevarla a la habitación pero entró en un estado de skock. Lo único que repetía es que no quería que se lo saquen y no paraba de llorar. Ahí entran varias enfermeras, tratando de calmarla pero no lo consiguieron, porque ella seguía gritando. En la habitación una enfermera le dió una pastilla abortiva y le dijo: “Cuando vayas al baño lo vas a largar”. Para las enfermeras es algo que pasa cotidianamente pero para una madre, es lo peor que le puede llegar a pasar. Se acercó al baño y no pasaba nada, los dolores seguían. Hasta que la acostaron en la camilla de vuelta y le dijeron: “Mami vas a tener que pujar”, ella no sabía cómo pujar, nunca había ido a una clase de parto. Seguía gritando por los dolores y gritaba “que no se lo saquen”. La agarró una enfermera del brazo izquierdo, otra del derecho, dos enfermeras más que le sostenían las piernas y la partera que estaba entre medio de sus piernas para cuando saliera el bebé. En ese momento de los nervios que ella tenía le salió una fuerza incalculable; fuerza que nunca tuvo, pero que en esa situación le salió natural. Rasguñó a una enfermera en el brazo hasta que la partera se dió cuenta que no iba a poder: “Así no se puede, vamos al quirófano”.

Hasta llegar al quirófano sintió una sensación de: "que se termine todo ya" no soportaba tanto dolor físico y psíquico. Le pusieron la mascarilla, le hicieron contar hasta 10 y la primera imagen que ve luego del quirófano es su mamá y su pareja que la estaban acompañando y de fondo el sonido de la televisión con una publicidad que decía: “Feliz día de la madre”.

Existen controversias sobre el aborto pero la decisión de esta joven fue seguir adelante con su embarazo más allá de las circunstancias, un territorio simbólico en el que muchas mujeres lo viven en carne propia día a día.

Comments


COMPARTIR EN

POSTS RECIENTES: 

BÚSQUEDA POR TAGS: 

bottom of page